VOCACIÓN Y TRASCENDENCIA EN LA OBRA DE ALBERTO CAMPO BAEZA

Por Eduardo Delgado Orusco

Alberto Campo Baeza (1947), arquitecto con una gran trayectoria y proyección nacional. Premio Nacional de Arquitectura 2020. El acto de entrega se retrasó hasta diciembre de 2021, donde pronunció las palabras que comentamos en el presente artículo.

En busca de una obra tocada con el brillo de lo sacro sin ser necesariamente religiosa encontramos el trabajo de Alberto Campo Baeza. 

Su biografía apunta que nació en Valladolid pero que vio la luz en Cádiz. Este desdoblamiento habla del temprano traslado familiar y de la nutrición de su memoria infantil con aquella luz peculiar, tocada por el océano y por sus construcciones blancas, como gran parte de su arquitectura. En esta necesidad por señalar su deuda con la luz gaditana hay algo también del emocionante despertar de su vocación como arquitecto. 

Siendo radicalmente moderna, la arquitectura de Campo Baeza se ancla en la tradición: eslabón nuevo en una rica cadena, invención arraigada. Así también Cádiz, fundada hace más de 3000 años y glosada por Heródoto y Eratóstenes, hunde sus raíces en la historia de Europa pero también tiene la vocación del nuevo mundo. Cádiz es una ciudad llena de vida por la que discurrieron tirios, griegos, romanos, bizantinos, visigodos y árabes, antes de ser reconquistada por Alfonso X –el Sabio tenía que ser– en 1262.

Esta tradición no empaña una interpretación contemporánea. Como en los paisajes abstractos de Carmen Laffón, hija adoptiva de Sanlúcar de Barrameda, donde la intensidad de la luz gaditana transforma los horizontes de la marisma, de la playa y del océano en geometrías construidas con el color. Hay también algo de esta transformación en la arquitectura de Campo Baeza, de captura y transformación de la luz, en su caso en materia construida, reduciendo su condición a lo imprescindible. Una geometría nítida de inspiración platónica que se opone al mundo profano y bruto.

Se sabe que las antiguas arquitecturas griegas nacieron notablemente coloreadas, pero la luz las quiso para sí, eliminando con el concurso del tiempo esta cualidad, simplificándolas y abstrayéndolas. Así la arquitectura de Campo Baeza se desnuda de todo ornamento para aparecer blanca o en el color de sus materiales, ya sean piedra u hormigón.

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Lee el artículo completo en el Vol. 1 “Luz” de Transfiguración